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La invisibilidad del Sr. Viskins

  Cuento de viernes. Desde que fue arrojado a las plantas del jardín trasero por un ventarrón atípico del mes de julio, Gregorio Viskins ha permanecido oculto bajo las hojas del malvón. No se asoma aún cuando el bochorno de la canicula le haga sudar el cuerpo rollizo que ha camuflado para mejor protección. Redondo y de color verde brillante, parece ser un tronco más de la planta. Nadie humano lo ha visto, solo la tribu de hormigas sesentonas sabe que Gregorio existe y conocen del peligro que corren al estar junto a él, para eso han construido nuevas vías de acceso a su hogar situado a tres macetas de ahí. El Sr. Viskins no come hormigas pero uno nunca sabe mejor es mantenerse a prudente distancia, murmuran entre ellas. Bajo una hoja amarilla tiene su lecho mullido de tierra negra y hojas secas donde reposa el tiempo muerto. Sin mucho quehacer se dedica a limar sus uñas y a ver de soslayo al sol que por esos días ha estado muy flojo ya que no se ha asomado para nada. Siendo tiempo de ll

Ícaro en plenilunio

  (Cuento para un día cualquiera) Erase que se era una musa sin sueño. Los desvelos le tenían los ojos rodeados por discos oscuros. De tanto verla tras de su ventana la luna le había obsequiado un cutis platino. Cabellos de nieve. Sonrisa estentórea de ecos alucinantes.  Por las noches cuando se preparaba para dormir, seis caballeros hormigas se posaban a la altura de sus párpados jalándoselos para que no pudiese conciliar el sueño. El insomnio vestido de azul olvido hacía su aparición. Comandando un pelotón de hormigas negras  daba la orden de ataque cuando la oscuridad comenzaba a maquillar la noche. Los ojos de la musa comenzaban a expiar lágrimas de sueño. Entonces un pequeño conjunto de arqueros preparaba las flechas disparándolas a la diana camuflada en el iris. Decenas de saetas cruzaban el aire durante toda la noche haciendo que los ojos le ardieran al paroxismo del dolor. A medida que las horas pasaban iban adquiriendo un tono sangre rojizo. Inquieta la musa se revolvía entre

Sobreviviente

  Efigenio construyó su nueva casa en lo más alto de la protección del patio trasero. Siendo una parte a donde casi nadie dirigía la mirada creyó seguro fijar ahí su residencia, después de recorrer con mucho tiento no hubiese nada de peligro. Hizo los planos en un abrir y cerrar de ojos. Cuando los tuvo listos, c omenzó a tejer y tejer una tela enorme donde pensaba guardar los bichos que cazaría metiéndolos en un ovillo tejido con extrema rapidez, debido a lo grueso del hilo, éste los resguardaría de otros depredadores. Tenía pensado construir una casa enorme en donde -si el Dios de las Arañas lo permitía- sería el sitio ideal para formar una familia. La familia Puerta Escalera apellidos de los cuales Efigenio estaba muy orgulloso. ¨Bienvenidos a la casa de la Familia Puerta Escalera¨, diría una placa a la entrada de la mansión. ¨En lo alto de la sierra me detuve a descansar pero sentí que me iba sin moverme de lugar los ojos se me perdieron en aquella inmensidad y me olvidé de mi mism